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Adentro

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Eduardo Milán

Cada verano e invierno hay que revisar lo que se entiende por poema.

Caer al interior de la escritura es completamente necesario. La escritura venía con un gran afuera lleno de cosas reales. No basta el nombre propio para dar realidad, hay que hablar de cosas reales.No fue meter la pata en la cueva del tatú. Fue enroscarse caracol, ir hacia adentro tratando de ver el lado adentro de la escritura que sí lo tiene. En la escritura adentro y afuera no son la misma cosa con distintos lugares de mirada. En la escritura el afuera es el abierto territorio del poeta. Ahí vive, no en Montevideo. Ahí vive, no en ciudad de México. Es el territorio que en el mito se llamaba éter, antes, mucho antes que el éter fuera el respiro permitido en el carnaval de Rivera. En la escritura el riesgo se expande como reguero de pólvora. Sin llegar a estallido se mantiene en riesgo. En la vida el riesgo no se expande: el hormigueo de la vida es el reguero —eso, en general, visto de arriba, desde la distancia de vuelo del que "no se mete". Meterse —no olvidar, neutro-neutrales— es metáfora de entrar en la tierra, entrar activo, no ser depositado en una tumba mediado por la caja. Meterse es entrar en los asuntos del mundo —no confundir estos asuntos con los "cuidados pequeños" de los que habla Darío. Esos cuidados suenan —fuera ya del gran, gran Darío— a tintura de cabello o pelo, a aceite para frenos. Cada año, una vez al menos, hay que hacerle servicio a un auto para mantenerlo en forma. Lo mismo habría que hacer con la conciencia. Una vez al año revisar lo sabido repetido con un automatismo de lobo feroz que se aproxima bajo sombra y con disfraz de leñador. Y con el poema. Cada otoño —mejor: cada primavera— o mucho mejor: cada verano y cada invierno revisar lo que se entiende por poema que tiende, como todo, a descansar como si el agotamiento fuera real, no el tiempo. El tiempo en que el cedro cambia de color es el tiempo del cedro, no del poema. El tiempo en que el poema cambia de forma puede ser cualquier tiempo, no el tiempo del Líbano, "país de los cedros", ahí donde las mujeres más bellas del mundo —bueno, también están las checas, las kafkianas checas tan bellas como Praga, la ciudad más bella del mundo, el punto donde todos los tiempos están presentes, lo que no es más que un verso de Dante— liban.

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Eduardo Milán

POéTICASEduardo Milán

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