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El ciego que veía demasiado

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Alberto Manguel (foto Ana Obiols)

Tuvo el privilegio de leerle a Borges cuando el gran escritor quedó limitado por la ceguera. Ahora, vuelto a Buenos Aires tras muchos años, evoca al escritor y a su época.

La ceguera de Borges le deparó a varios porteños el pasar ratos con él, para leerle y también para tomar al dictado alguno de los poemas, y con el tiempo también cuentos y ensayos que el maestro iba componiendo en su mente antes de hacerlos pasar al papel.

Uno de estos privilegiados es el periodista y escritor Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), que por esas vueltas de la vida ocupa desde diciembre de 2015 el cargo de Director de la Biblioteca Nacional de la República Argentina, en el que Borges se desempeñara entre 1955 y 1973.

Para Manguel es privilegio fue aún mayor, pues tenía dieciséis años cuando, trabajando como dependiente en una librería, conoció al maestro. Uno de los mayores méritos de este libro de recuerdos es trasmitir, con ternura y admiración, pero sin un ápice de sensiblería, el impacto descomunal y definitivo que un Borges ya consagrado causaría en el futuro escritor adolescente. En segundo plano, como en sordina, se escucha también el eco de otros dos procesos paralelos a la evocación del mentor: el reencuentro de Manguel con la Buenos Aires que dejara muy joven (“Recuerdo que, cuando caminábamos con Borges por Buenos Aires, él me hablaba de casas y calles y plazas que pertenecían a su pasado, a los años anteriores a su ceguera, y esa arquitectura recobrada se sobreponía a los edificios y avenidas del presente, borrándolos casi, o al menos quitándoles el prestigio que les daba la realidad física. Ahora, mis recuerdos de sus recuerdos ocupan de nuevo el espacio de la ciudad que veo todos los días…”, escribe en el prólogo) y con su propia juventud.

El recuerdo amoroso de Manguel no omite las manías, los prejuicios raciales ni tampoco las maldades menores de Borges. Así, por ejemplo, es capaz de mostrarlo cruel a la hora de criticar a algún escritor novel que lo buscaba para leerle algún texto suyo, buscando el espaldarazo. Cuenta que un narrador lo visita para leerle un cuento de cuchilleros, pensando que a Borges le agradará, y cuando un policía famoso por lo valiente incauta la armas de los compadritos el cuentista enumera “’Una daga, dos pistolas, una cachiporra de cuero…’. Con su voz mortalmente monótona Borges prosiguió: ‘Tres rifles, dos bazucas, un pequeño cañón ruso, cinco cimitarras, dos machetes, una pistola de aire comprimido…’. El escritor, a duras penas, soltó una risita. Pero Borges, sin piedad, reanudó: ‘Tres hondas, un ladrillo, una ballesta, cinco hachas de mango largo, un ariete…’. El escritor se puso de pie y nos deseó buenas noches. Nunca más lo volvimos a ver”.

Un punto a destacar son las páginas que el autor dedica a la relación de Borges con Adolfo Bioy Casares (1914 – 1999), su colaborador de tantos años, y con la esposa de Bioy, la escritora y plástica Silvina Ocampo (1903 – 1999) a quienes visitara a menudo, llevado por Borges. Es inteligente el retrato en paralelo de ambos colaboradores, de temperamento, posición social y actitudes vitales tan dispares. Manguel no omite que, a su juicio, Borges subestimaba el talento de Silvina Ocampo. Una de las páginas más bellas del texto la evoca, ya muy anciana y con el Mal de Alzheimer, leyendo unos cuentos que juzga excelentes –porque lo son– sin darse cuenta de que ella es la autora.

El libro está escrito en inglés. Quien lo traduce al castellano, Eduardo Berti, logra una prosa precisa y sobria, con las cadencias justas para lograr el tono evocativo requerido por el texto.

CON BORGES, de Alberto Manguel. Siglo XXI, 2016. Buenos Aires, 96 págs. Distribuye América Latina.

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