Publicidad

Una vecina incómoda

Compartir esta noticia
Foto Jorge Fondebrider

Junto a la cripta del gran escritor, en un cementerio de Ginebra, yace una famosa escritora, pintora y prostituta, Grisélidis Réal.

Llegué a Suiza casi por casualidad. Gané una beca para pasar un mes traduciendo en una residencia para traductores. Está a unos 45 minutos de Zúrich, y a un kilómetro de Wernetshausen, un pueblo perdido en medio del campo, donde está Looren, que es apenas el nombre de un lugar. Cuando llegué había casi 50 cm. de nieve del otro lado de la ventana de mi habitación, que daba a un prado, al que seguía un bosque y luego otro pueblo, y más allá un lago casi siempre hundido entre vapores, y después montañas. Para alguien que detesta la naturaleza como yo, era la nada entre dos panes.

Mi estadía debía transcurrir en la Suiza alemana, pero incluía dos días en la Suisse romande, que es la que habla francés. Nuestra anfitriona, Anne-Lise Delacrétaz, hizo todo lo posible para que mi colega Matías Battistón y yo aprovecháramos el viaje, y tuvo la inteligencia de reservarnos toda una tarde para hacer turismo en Ginebra, última etapa antes de retornar al campo, ese lugar donde los pollos marchan crudos, según la definición del poeta francés Max Jacob.

Estar en Ginebra implicaba visitar la tumba de Jorge Luis Borges, quien vivió en esa ciudad entre 1914 y 1918, cuando la familia quedó allí bloqueada por la Primera Guerra. Según María Kodama, su viuda, Borges eligió ir a morir allí porque, como solía repetir, en Ginebra había sido feliz. Su tumba está en el Cimetière des Rois, por todo el mundo conocido como Cimetière de Plainpalais, el más antiguo de la ciudad y también una suerte de panteón, ya que está reservado para los personajes ilustres. Así, en su breve parque están las tumbas de Juan Calvino, Denis de Rougemont, Ernest Ansermet, Jean Piaget, Robert Musil, Alberto Ginastera y su mujer, entre otros. La sepultura de Jorge Luis Borges es, según uno de los guardianes, la más visitada y si uno se atuviera al estado de la lápida y a las muchas flores que hay a su alrededor, tiene razón. En la lápida el escultor Eduardo Longato talló siete guerreros anglosajones y se lee "And Ne Forthedon Na", frase perteneciente a un antiguo poema que conmemora la batalla de Maldon (991) entre sajones y vikingos. Se trata de una arenga y se traduce "y que no temieran". Martín Hadis dedicó veinte años de su vida a investigar el significado de todo eso y por allí anda un libro suyo que devela, o intenta develar, esos misterios.

Me llamó la atención una lápida vecina, ubicada unos 10 metros más atrás de la tumba de Borges y a unos treinta en diagonal de la del austero Calvino. La lápida de piedra redonda tenía claramente tallado otro círculo cuyo interior reproducía un pubis femenino. Al pie en una placa de bronce se lee: "Grisélidis Réal. Escritora, pintora y prostituta. 1929-2005".

QUIEN FUE LA DAMA.

Luego de haber pasado la primera infancia con su padre en Egipto y Grecia, a los 9 años Grisélidis Réal vuelve a Lausana. Allí la ley es el calvinismo, por lo que termina rebelándose contra sus maestros. Con todo, en 1949, a sus 20 años, se gradúa en la Escuela de Artes Decorativas de Zúrich. Ese mismo año se casa. Tres años más tarde tiene su primer hijo. Tres años después, ya separada del primer marido, tiene una hija con otro hombre y luego otro hijo varón, y en 1959, otro. Para entonces viaja a Múnich con un amante afroamericano que le pega. En 1961, desesperada, se hace prostituta para poder mantener a sus hijos. Deportada a Suiza por vender marihuana, sigue prostituyéndose pero ahora como militante. Escribe: "La prostitución es un arte, un humanismo y una ciencia". Va a la cárcel.

Una beca para la escritura de Le noir est une couleur, suerte de autobiografía, le permite dejar la calle por un tiempo. Lo aprovecha dedicándose a escribir y a la pintura. Pero luego, en París, se pone a la cabeza de la llamada "Révolution des prostituées". Motivada por los excesos de la represión policial organiza a unas 500 putas que en junio de 1975 toman la capilla de Saint-Bernard, en el barrio de Montparnasse, y luego el distrito de Montmartre, donde también está Pigalle, imperio de la prostitución y de los porno shops. Arriesgándose a la cárcel, Grisélidis no se oculta y habla a cara descubierta. Para horror de las feministas no las reivindica y señala que, además de la prostitución forzada por el hambre y la miseria, hay otra que se elige. Escribe: "La única prostitución auténtica es la voluntaria (…). Sólo debe ser proscrita la violencia y la crueldad que obligan a los seres humanos a prostituirse, y nosotras condenamos esa injusticia con todas nuestras fuerzas." Reivindica, sin embargo, la posibilidad de elección. Ella elige ser una prostituta, o mejor aún, una "peripatética", como exige que figure en sus documentos, conjuntamente con sus profesiones de escritora y de artista plástica. Para entonces protagoniza Prostitution, un documental de Jean-François Davy.

En 1977 vuelve a Ginebra y, de nuevo, a la prostitución. En 1982 funda la Aspasie, una asociación de defensa de las prostitutas que toma su nombre de Aspasia, esposa de Pericles y, según algunas fuentes, madama de un burdel ateniense. Así, participa en conferencias internacionales, y en su casa de la zona roja de Ginebra crea un centro internacional de documentación sobre la prostitución. Nunca deja de escribir. Lo hace hasta el final, que ocurre el 31 de mayo de 2005. Su bibliografía se completa con La Passe imaginaire (1992), À feu et à sang (2003), Carnet de bal d'une courtisane (2005) y una serie de textos póstumos hallados por sus hijos entre los que se incluyen Les Sphinx (2006), Suis-je encore vivante? Journal de prison (2008) y Mémoires de l'inachevé (1954-1993) (2011). Hay además un ciclo de canciones compuesto por ella y el letrista Pierre Philippe, Putains (1985), con música de Thierry Matioszek y Alain Bashung para el cantante Jean Guidoni, y otro documental, esta vez de Marie-Ève de Grave, titulado Belle de nuit: Grisélidis Réal, autoportraits (2016)

EL ESCÁNDALO.

Cuatro años después de la muerte de Grisélidis, sus restos son transportados al Cimetière des Rois. En una nota firmada por Laurence Bézaguet en La Tribune de Genève del 9 de marzo de 2009, da cuenta del escándalo: están quienes se quejan de que una prostituta sea inhumada en un cementerio de notables, quien lamenta el futuro desfile de meretrices por el cementerio, quien considera que hay muchas mujeres notables que no merecieron ese honor en general sólo reservado a los hombres, quienes suponen que esa tumba es algo así como una reivindicación de la prostitución. También están quienes la definen como una gran escritora, alguien que escupió en el rostro de la burguesía pacata, una auténtica revolucionaria.

De todos los lugares posibles en el cementerio, la paradoja quiere a Grisélidis Réal enterrada a pocos metros de Borges. Para explicar esa paradoja hay que recurrir al crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal. En Borges. Una biografía literaria se lee: "Según las confidencias de Borges a diversos amigos, Padre lo llevó una vez junto a una de esas complacientes chicas de Ginebra cuyos clientes suelen ser extranjeros, hombres solitarios o jóvenes urgidos. Georgie realizó su parte con tanta rapidez que quedó abrumado por la fuerza del orgasmo. La 'pequeña muerte', como lo denominan los franceses, se acercó demasiado, para él, a la muerte real. A partir de allí, Georgie sintió miedo ante la perspectiva del acto sexual. En esta historia hay otra faceta de consecuencias que pudieron ser más complejas. Al ser iniciado en el sexo por la mediación de su padre, Georgie debió suponer que la chica de Ginebra cumplía los mismos servicios para aquél: compartir una misma mujer con Padre era algo que perturbaba arraigados tabúes. Nunca se sabrá exactamente qué ocurrió en la plaza Dufour, si es que ése fue el sitio. Lo que se sabe es que Borges se preocupó tanto como para mencionarlo en confianza a sus amigos y como para incluir una llamativa referencia a él en uno de sus cuentos".

Si esta historia es cierta, siete décadas más tarde Borges volvió a la ciudad donde se hizo "hombre" para morir y descansar junto a una prostituta.

Mi bisabuela, que no era creyente, decía: "Uno hace planes y dios se ríe".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto Jorge Fondebrider

MÁS SOBRE LA TUMBA DE BORGESJorge Fondebrider

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Jorge Luis Borgesprostitución

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad