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Muchas versiones para un solo señor

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Quijote: María Noel Riccetto interpreta a Kitri, hija del tabernero. Foto: Santiago Barreiro
Santiago Barreiro

El gran libro de Cervantes y sus muchas aventuras escénicas.

Con el estreno del ballet Don Quijote, el jueves último, una vez más el ingenioso hidalgo sube a las tablas, saltando del libro al escenario. En arte lírico y en danza, en títeres y en teatro, son innumerables las veces que el mayor personaje cervantino toma cuerpo de actor, cantante, muñeco o bailarín. Y en cada versión que libre y caprichosamente encara semejante quijotada, siempre hay un punto de vista, una intención, una manera de recortar al personaje y darle un contexto.

El Ballet del Sodre ya había puesto en escena Don Quijote, en los años 80 en el Teatro Solís, sobre la coreografía de Gorsky Kalstian, con Ramón Valenzuela interpretando al hidalgo manchego, y Sandra Giacosa y Mariel Odera alternando en el rol de Kitri, y escenografía y vestuario de Carlos Carvalho. Otras versiones en danza, más alejadas del libro de Cervantes, se vieron en Montevideo: como aquella que Maurice Béjart presentó en lo que hoy es el Auditorio Nelly Goitiño, en 2000, con el Ballet de Lausanne. Se llamó Ché, Quijote y Bandoneón, y contó con el intérprete francés Arnaud Marcon en el papel del Quijote, acompañado en escena por la actriz Cipe Lincovsky. Se trataba de una historia sobre los ideales y los fracasos, en la que el personaje cervantino quedaba bastante alejado del libro que lo hizo nacer.

En el teatro local la mayor obra de Cervantes ha inspirado numerosos montajes, con mayor o menor éxito. Uno de los más recordados fue la teatralización que Milton Schinca hizo de un episodio del Quijote, al que llamó Sancho Panza, gobernador de Barataria. Con Don Quijote a cargo de José Astis, la obra se llevó adelante en el Teatro Victoria en 1956, y focalizaba en el sesgo espiritual que aforaba en Sancho Panza al asumir un rol de autoridad. El título resucitó en septiembre de 2005 en el Centro Cultural de España, y en su elenco contó con la participación de Walter Vidarte, actor uruguayo de larga carrera en España, donde falleció en Madrid el 29 de octubre de 2011.

En la otra punta del abanico estético se ubicó El Quijote cada día juega mejor, la versión libre de Jorge Esmoris que se vio en el Teatro del Notariado en aquella misma temporada 2005. Se trató de una versión tan libre como disparatada, en la que el fundador de la Antimuga BCG, acompañado del comunicador televisivo Daniel Lucas y del actor Horacio Nieves, utilizaba al texto cervantino para jugar a partir del absurdo y la parodia. Más allá de esos acertados delirios, el Quijote ha nutrido al teatro infantil, reapareciendo en diversos elencos y producciones. Una de ellas fue Aventuras de Don Quijote y Sancho Panza, un buen trabajo de puesta, con libro y dirección de Raquel Azar, destacada directora de la escena local.

Las primeras versiones escénicas del Quijote se remontan al siglo XVII, y fueron especialmente frecuentes en danza y arte lírico, en Francia e Italia. La llegada del personaje literario a América no se hizo esperar: su popularidad fue tanta que en las fiestas coloniales se podía ver en los desfiles a Don Quijote, acompañado no solamente por Sancho, sino también por el cura y el barbero.

Sus versiones para la escena fueron tantas, que al promediar el siglo XX ya se estimaba que había por lo menos unas 300, algunas de ellas firmadas por personalidades que en un tiempo fueron famosas, como Alejandro Casona o los hermanos Álvarez Quintero.

Pero como es lógico, la inmensidad de la gran novela de Cervantes no ha sido fácil de escenificar. Por el contrario, los resultados suelen caer en lo fragmentario, en la simplificación, en el estereotipo. En ese aspecto, muchas veces se ha remarcado que la gran cantidad de ricos ensayos y análisis filosóficos y literarios que El Quijote ha hecho multiplicar en las letras, tienen como contraposición sus versiones para el escenario, que muchas veces han tomado los elementos más superficiales, para producir una diversión muy directa.

Por otro lado, y paradójicamente, hoy la obra que Cervantes escribió hace más de cuatro siglos para los escenarios (desde su gran tragedia Numancia hasta sus entremeses), no suele aparecer mucho por la cartelera local.

Ante esa realidad, en agosto (viernes 4 y sábado 5 a las 20:00), llegará al Solís a la sala principal un trabajo del español Eduardo Vasco, quien ya ha presentado sus montajes ante el público uruguayo. Se trata de La ruta de Don Quijote, en la que un periodista es enviado a seguir los pasos de Don Quijote. Durante su viaje desvelará, a través de sus encuentros, anécdotas y reflexiones, de lo que considera fue el germen de la inmortal novela cervantina. Inspirado en la obra homónima de Azorín, Vasco apela a escenificar sobre el formato del antiguo libro de viaje, para hacer vivir al público a través de un juego de tiempos, los pasos que caminó El caballero de la Triste Figura.

Interpretada por Arturo Querejeta, con dirección del propio Vasco e ilustraciones en video, escenografía y vestuario de Carolina González, la escenificación promete una aproximación sutil al mayor personaje que ha producido la literatura en español.

El relato cierra a la vez con un simpático artículo en el que un estudioso londinense reflexiona sobre la manera española de gestionar el tiempo y su paso. El buen humor promete hacerse presente.

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Quijote: María Noel Riccetto interpreta a Kitri, hija del tabernero. Foto: Santiago Barreiro

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