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Matar al pensamiento

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El pensamiento está siendo asesinado, estimados lectores. No es que lo asesine Jack el Destripador, ni que sea algo complotado desde el mal ruso que (no) conspiró contra Estados Unidos. No, es algo más sencillo: lo estamos matando entre todos.

Lo que está pasando es que somos hijos de una sociedad que llegó a tal punto de idiotez, globalización, consumo y uniformidad que ahora solo nos queda por matar lo último que queda en pie que son los razonamientos. Y lo vamos a hacer.

Por supuesto, nuestra clase política, periodística y académica está a la cabeza del lugar común y la frase obvia. La vulgaridad les ganó el alma y ellos también asesinan día a día al pensamiento. Todo es pegar con la palabra efectista, poner cara de "yo soy serio" y empatizar con las audiencias a como sea. Te digo lo que tenés que escuchar. Cada uno en su estilo y chau pinela.

Los intelectuales del presente fueron vencidos por teléfonos celulares, por el circo romano moderno de la red global y por un pensamiento apátrida que solo busca rentabilizar resultados. Los intelectuales se venden según el lado de la vereda donde queden (los de la derecha y los de la izquierda). Con su venta logran la magia que es matar sus relatos, sus ladridos y sus alaridos. El día que se vendió Juan o Diego, ese día ya no los oímos más. ¡Ah! Y hay ventas anticipadas, baratas, inmorales, morales, reales, convencidas o acomodaticias. Hay para todos los gustos.

La moral, ¡ahhh! la moral, ya ni peso tiene la pobre. Antes, cuando las religiones eran motivo de debate, había querellas morales. Ahora es nada, todo va a la basura y nadie se pelea por esos asuntos. La prueba del poco peso de la religión (a mi pesar, siendo yo no religioso) es que nadie discute por ella. Si no discutís o pataléas por algo es que no te importa. Punto. Triste pero es así. Por eso, a lo de la Virgen María lo entierran como algo irrelevante (reducen el "debatito" a un monumento sin respetar las convicciones de la gente) o el cementerio musulmán (lo achican al pago de un impuesto) y son temas bastardeados. Las sociedades con un grado de compromiso toman en serio semejantes asuntos y dan vuelta las calles por causas de ese tenor. Acá, solo se movilizan por los aumentos de sueldo, por ir a bramarle a Astori por lo que siempre debe y alguna cosita más. Hermoso cómo el capitalismo ha ganado la partida. Todo es "do ut des" del derecho romano, "te doy para que me des" y así arreglamos el entuerto mijito. Todo se arregla con plata.

La gente, sin embargo, se sigue peleando por política, pero más bien formato futbolero: el que es de una barra repite como lorito lo que esa barra tracciona y el que es de la otra hace lo propio. Eso se llama "mediocridad".

La política ha bajado de nivel porque algunos idiotas vendieron el verso que cuanto más popular el político, más de pueblo, menos formado y más campechano, ese imbécil iba a ser mejor que el "dotor" del ayer. Es cierto, el dotor era un croto, pero este cronopio del presente que no sabe sumar, que confunde el PBI con la NBA es un infradotado que no permite alimentar ninguna esperanza de resultado. No doy nombres pero todos piensan en el mismo cuando se habla de algún idiota a la cabeza de una empresa pública que dilapidaba nuestros dineros de manera frívola, burreril y sin sentido. No tenía mucho en el coquito el mozo. ¿Qué se podía esperar?

Solo queda soñar con un milagro, que algo pase en la Internet, que algún filántropo regale millones por leer a Paco Espínola o a Juan Ramón Jiménez. Nos queda la idea de que se venda la marihuana en bolsitas con cuentos de Horacio Quiroga. Digo, qué sé yo. O nos queda la esperanza de que los diputados y senadores den pruebas públicas en la televisión nacional de conocimientos básicos para aspirar a esas posiciones con un reality que haría las delicias del público uruguayo. Algo formato MasterChef con el flaco Castro de Jurado para darle color a la cosa. Eso sí, el que sabe de Carnaval tiene un bonus de entrada. Divino el futuro. Ya llega. No desesperen.

CABEZA DE TURCO

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