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Consumidores se guían por "la góndola y la pizarra"

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Silvia Vázquez. Foto: Darwin Borrelli
Darwin Borrelli

Por qué los consumidores son "pesimistas" acerca de la economía local, cuando la información relativa al comportamiento del nivel de actividad refleja una clara mejoría en 2017?

La economista Silvia Vázquez, responsable del Programa de Opinión Pública y Confianza Económica (Universidad Católica- Equipos Consultores) que desarrolla el Índice de Confianza del Consumidor, subrayó que los consumidores "no miran el dato del PIB" sino que se guían por variables como la inflación y el dólar. Y si bien las condiciones actuales reafirman una opinión favorable de la economía, la percepción no es la misma para dentro de un año, tomando en cuenta otros datos como el mercado de trabajo. En conjunto, el indicador de referencia permanece en "moderado pesimismo". A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cuál es la razón por la cual no hay un correlato entre el comportamiento del PIB y las expectativas?

—Depende de cuál es el punto de referencia. Si lo miramos como trimestres, nos preguntamos por qué al consumidor le cuesta tanto internalizar la mejoría en la economía. Ahora, si lo vemos con un grado de mayor apertura temporal, estamos mejorando, pero en términos absolutos aún no lo hacemos a un nivel que justifique que haya más respuestas optimistas. El Índice de Confianza refleja una fuerte caída en el segundo trimestre de 2015. Cuando vemos los datos recientes, se observa una mejora, pero se parte de una posición muy baja.

—Sin embargo, podría pensarse en una postura más optimista del consumidor...

—La confianza no se basa en cómo estamos hoy solamente, sino que preocupa cómo vamos a estar mañana. Acerca del presente, indudablemente los datos son mejores, el consumidor entiende que estamos mejor que el año pasado. Pero como los indicadores de confianza también toman las perspectivas al futuro, esas no son tan optimistas. y con fundamento, porque las mejoras económicas actuales están muy atadas a variables exógenas cuya proyección a un mediano plazo, son de reversión.

Estamos en un moderado pesimismo, sienten que están mejor que hace un año y están dispuestos a gastar y lo hacen, pero todavía no se logra proyectar esa mejor situación de hoy en un mantenimiento de ese estado para mañana. Visto de esa manera, es claro el desacople entre la mirada de hoy y el futuro, y una relación que no es lineal con el dato del PIB.

—¿Qué factores particulares inciden en la opinión de los individuos?

—El consumidor, cuando forma su expectativa, además de la evolución de indicadores, lo hace con todo el conjunto de información que recibe. Por ejemplo, cayó mucho la confianza cuando se anunciaba el incremento del IRPF a partir de enero pasado. Cualquier dato nuevo, variable o incertidumbre, forma parte de las expectativas en base a las cuales el consumidor toma sus decisiones.

Hay una variable clave a la hora de explicar la evolución de las expectativas que es el tipo de cambio. En febrero-marzo estábamos con un dólar en 30 pesos; en abril-mayo llegamos a una inflación de dos dígitos. La gente siente que su ingreso real se contrae y comienza a ajustar su predisposición a la compra de bienes durables, uno de los tres subíndices que determinan la confianza del consumidor. Después comenzamos a ver deterioro en otras variables, como el mercado de trabajo. Pero llegamos a julio y hay un repunte en la confianza, impulsado por la predisposición a la compra de bienes curables. ¿Qué pasó? El dólar dejó de subir. Entonces, entramos en un segundo semestre del año donde la confianza comienza a mejorar. Y en 2017 encontramos volatilidades mayores, porque hay señales contradictorias. Si hacemos el promedio del índice de confianza en el primer semestre de este año, es igual al mismo período del año anterior, pero la volatilidad es el doble.

—¿A qué responde?

—Este año, la percepción sobre la situación actual por parte de los consumidores sobre la economía, sigue mejorando, con crecimiento de la predisposición a la compra expandiéndose muy fuerte. Eso está en línea con un ingreso real que se recupera, con una baja inflación. Pero la percepción de la economía futura, a un año, tanto en lo personal como para el país, se siguen deteriorando. El problema es a futuro. y allí aparecen los datos que nos aportan otros indicadores, como el de desempleo y el ingreso de los hogares.

También hay que tener en cuenta que se espera que en poco tiempo comiencen a subir las tasas de interés internacionales y eso impacte al alza en el tipo de cambio.

—¿No resulta una visión muy sofisticada para el consumidor?

—A la hora de elaborar sus expectativas para el próximo año, el consumidor lo que hace es ver qué está pasando con los precios hoy. En función de eso se pone más o menos optimista para el futuro. ¿Y qué precios?, fundamentalmente lo que compra en el supermercado. Ahí encontramos niveles a la baja o estables. Y el tipo de cambio, mientras tanto, también. Entonces, las principales referencias, góndola y pizarra, son estables. No está mirando los fundamentos, pero al final del día, es consistente.

—¿Por qué esa desconfianza para dentro de un año?

—En julio se tocó el piso histórico de la expectativa personal para doce meses. El consumidor no está mirando el PIB, sino lo que está ocurriendo con el mercado de trabajo, donde se han perdido miles de empleo. Y además, el consumidor escucha que hay empresas que cierran, por ejemplo. Esa información es transformada en incertidumbre para los consumidores, donde a veces no llega ese crecimiento del PIB.

Las buenas noticias que tenemos, como la baja inflación, el crecimiento de las exportaciones, un tipo de cambio que mejora indicadores como deuda sobre producto, etc, están todos muy atados a una variable que no controlamos, que es el dólar.

Hay un logro muy importante en que la inflación se ubique en el centro del rango meta, y eso es un dato muy fuerte para las expectativas. Pero cuando miramos cómo se logró eso, nos encontramos con que los precios de los bienes no transables, que son aquellos que rescatan el desequilibrio de oferta y demanda interna, todavía están muy fuera del rango.

Hay un correlato entre percepción de consumidores y empresarios.

—¿Vuestros datos son consistentes con otros indicadores de expectativas, como los de industriales o comerciantes?

—Absolutamente. Hay una gran correlación entre dos públicos diferentes, con preguntas que no son estructuradas de la misma manera, pero cuando preguntamos por las expectativas actuales y futuras, vemos comportamientos muy consistentes entre los indicadores y también con los fundamentos que están detrás de las mejoras económicas.

—¿Cuándo se saldrá del "pesimismo"?

—En agosto, cumplimos diez años desde que se computa este índice. En mayo pasado, alcanzamos el mínimo histórico de los 10 años. La comparación con meses anteriores es muy baja. Es razonable que se siga recuperando.

Silvia Vázquez.

Economista (UdelaR), especialista en Macroeconomía y Magíster en Economía Aplicada (Universidad Católica de Chile). Doctorado en Economía (Universidad Católica de Argentina). Investigadora del Departamento de Economía (UCU).

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