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Incentivos invertidos, valores trastocados

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Foto: Universidad de Talca

Días atrás, a través de twitter se popularizó un video que cualquier ser racional calificaría de inverosímil; lamentablemente muestra la esencia de la decadencia cultural en esta parte del continente.

Allí, una señora, en una mezcla de protesta contra el gobierno de Macri y defensa de Cristina Fernández y su lugarteniente Milagros Sala, expresa "nos está matando de hambre". El periodista le dice que ambas personas a quienes defendía tenían numerosas causas abiertas e incluso se les habían probado importantes desvíos de dineros públicos, ante lo cual la respuesta fue "sí ellas robaban, pero nosotros teníamos para comer, ahora tenemos que trabajar para poder comprar comida".

El hecho, en otro contexto puede resultar desopilante, pero en realidad es desolador. El boom de precios de las materias primas permitió a algunos pensar que las leyes de la economía no existían y, entonces, desafiarlas. Ello vaya y pase, lo peor es los populistas de Sudamérica y otros no tan populistas bajo la autodefinición de "tenemos sensibilidad social", pensaron que repartiendo la plata dulce se arreglaban los problemas y aseguraban futuros gobiernos, sintiendo que eso sería eterno. Ignoraron que las personas tenemos necesidades y éstas van variando a medida que se satisfacen las previas.

Es fácil tomar el dinero de otros cuando lo que éstos venden pasa de valer 1 a 3 o 4 en el mercado mundial; con el mismo esfuerzo con que antes se conseguía un dólar —las mismas horas de trabajo, la misma maquinaria, los mismos insumos—, ahora se consiguen 3. Ese dinero se puede ahorrar o consumir. Se lo puede utilizar para generar las bases del desarrollo futuro (infraestructura) o repartirlo para, como expresó hace ya unos años el entonces Director de OPP y ex Senador Enrique Rubio, "comprar votos". La mayoría de los gobiernos de esta zona del mundo optó por lo segundo y así estamos, apenas las condiciones dejaron de ser espectaculares para pasar a ser muy buenas. Que los precios internacionales no sean los del 2007-2008 o 2011-2014, no quiere decir que sean malos, en una comparación histórica siguen siendo muy buenos, en promedio, más del doble —y en muchos casos aún superiores—, a los reinantes entre 1995-2004. En igual sentido, que la tasa de interés mundial no sea cero, no significa que aún sea ridículamente baja y negativa en términos reales. Es incomparable el actual 1% con el 6,5% de la misma época.

Siendo cierto todo lo anterior, también es claro que los incentivos que los gobiernos fueron introduciendo destruyeron buena parte de la capacidad de reacción de los habitantes. Si no es necesario trabajar para vivir, aunque esa definición de "vivir" se corresponda apenas con una "sobrevida sin esperanza"; si para esas mismas personas trabajar en un empleo formal —el único que realmente mejora las condiciones de vida— significa que parte de la ayuda estatal cese, alejando las reales probabilidades de mejora; si a quienes estudian, se perfeccionan y trabajan mucho más que 8 horas por día, los matamos con impuestos como el IRPF, es claro que la reacción de las personas es "me voy" o "no hago nada, total". Los incentivos son clave en el desarrollo económico. Las reformas económicas de China, luego del desastre y la masacre que significó la llamada "revolución cultural" de Mao, comienzan en 1979 en el sector agrícola con un cambio que parece menor, luego que en 1978 el gobierno encabezado por Deng Xiaoping entregara a los agricultores el derecho a explotar las tierras por 30 años.

Hasta ese momento, los campesinos debían entregar la totalidad de su producción al Estado y éste le devolvía lo que entendía era necesario para su consumo. A partir de allí, los campesinos debían entregar al Estado una "cantidad fija" y el sobrante pasaba a ser de su libre disposición para venderlo en el mercado libre. En 5 años, la producción agrícola se multiplicó por más de 3, los alimentos que solían faltar, comenzaron a abundar, los precios agrícolas cayeron a la mitad. Meramente pasaron de incentivos incorrectos a correctos, dando inicio a la transformación de lo que hoy es la segunda potencia mundial.

Recibir asistencia como la que la señora del video describe, no sólo genera un problema de malos incentivos, sino que trastoca todos los valores que una sociedad debe promover. Quienes se crían con esa enseñanza descreen de su esfuerzo como forjador de su futuro, frena la creatividad y el espíritu de superación. Es éste, el deseo de mejorar muchas veces demonizado como "consumismo" el que hace progresar a las sociedades y no la cultura de la desidia que las políticas descritas promueven.

Pensar que debo ser asistido por mi condición de escasos recursos como si fuera un derecho humano y no debo hacer nada por mí mismo es el antivalor. La acción debe concentrarse en brindarle posibilidades de desarrollo a todos los habitantes con buena educación, adecuada salud y, eventualmente, cierto apoyo monetario transitorio. El "otro sistema" de transferencias perpetuas, solidifica la peor de las pobrezas aunque su relevamiento "por el método del ingreso" no la capte, la pobreza cultural, generadora de subculturas urbanas vacías de valores o, peor aún, con los valores invertidos, que impedirá a sus miembros realmente ser libres y decidir por sí mismos.

Es posible que por un tiempo, más o menos prolongado, de acuerdo a cuánto dinero ajeno el Estado pueda tomar sin dañar la base productiva al extremo que el desaliento sea de una magnitud que impida la recaudación necesaria, los votos se sigan comprando. Son votos del temor, casi "votos esclavos", pero el resultado para la sociedad es conocido y penoso.

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Foto: Universidad de Talca

ISAAC ALFIE

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