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Dos clásicos de la ciudad que llegaron al centenario

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Edificio Pablo Ferrando, Sarandí 675 y Peatonal Bacacay. Foto: Inés Guimaraens

El edificio Pablo Ferrando de la Ciudad Vieja y el Palacio Piria de la Plaza Cagancha esperan la fiesta.

Por falta de recursos o por simple inacción de particulares o de los poderes del Estado, no pocos bienes del patrimonio arquitectónico de Montevideo sufrieron deterioros inestimables o se desmoronaron, a veces acorralados por la especulación inmobiliaria, por ejemplo a fines de la década de 1970, cuando fue demolido el Palacio Jackson de 18 de Julio casi Paraguay, en donde funcionaron desde la Intendencia de Montevideo hasta oficinas de ministerios, como el de Obras Públicas.

Pero más allá de esos episodios, y de que cada boom de la construcción no siempre deriva en sustituciones adecuadas sino que destruye edificaciones históricas, el discurso meramente apocalíptico no describe toda la realidad.

Hay monumentos de la arquitectura local que se mantienen en pie, recuperados y bien mantenidos. Algunos ya pasaron los 100 años y otros esperan la celebración de su centenario en este 2017. Por ejemplo, el Palacio Piria de la Plaza Cagancha, cargado de símbolos alquímicos y proyectado como vivienda por el arquitecto francés Camille Gardelle, con una fachada maciza pero con juegos de claroscuros gracias a las cornisas o los majestuosos balcones superpuestos en torre.

Al morir allí, en 1933, su primer propietario, el empresario y rematador Francisco Piria, que había nacido en 1847, comenzaron trámites sucesorios enrevesados, con derechos a convalidar entre los hijos de su primer matrimonio y su segunda esposa.

Esa situación familiar, de no buen relacionamiento entre hijastros y madrastra, si algo importa en esta nota es porque habría determinado parte del proyecto arquitectónico, la distribución de los dormitorios.

Los tres de la primera planta quedaron para los hijos de Piria; dos en suite (con recámara, gabinete y ropería) fueron ocupados por los hijos casados (frente a la actual peatonal de Los Derechos Humanos, ex calle Ibicuy), y el tercero por el hijo soltero, frente a la plaza.

En el segundo piso, la última planta de la vivienda, estaba la habitación de Francisco Piria y su segunda esposa, pero organizada en función de dos suites: en una se ubicaba el dormitorio de Piria (en la esquina de Gutiérrez Ruiz y la plaza, actual Biblioteca de la Corte); además había una sala anexa (hoy despacho del secretario letrado de la Corporación), una recámara y una sala de gimnasia, (ahora despacho de uno de los ministros de la SCJ).

En los aposentos de la esposa de Piria había otro dormitorio, una sala anexa (hoy despacho de otro ministro), y una recámara hacia San José. Entre ambas suites se extendía un amplio salón de descanso y lectura (ahora despacho judicial).

Como se documenta en una reseña publicada por la propia Suprema Corte de Justicia, en la época de construcción del palacio los cuartos de baño se diseñaban separados de las habitaciones. "La casa tenía seis baños principales (dos en cada nivel) que se han mantenido hasta ahora".

El primer piso del edificio era la planta de recepción, que se conserva sin mayores modificaciones a excepción de las que permitieron adaptar el comedor a Sala de Juramentos, hacia la calle San José.

En donde estaba el despacho de Piria hoy está la Sala de Acuerdos de la Corte, con dos antesalas anexas, en una de las cuales funciona la actual Sala de la Presidencia. En la original sala de billar, convertida en otro despacho, en el techo se conserva (igual que en la Sala de Acuerdos) una pintura al fresco original, del año 1917.

Un capítulo casi olvidado entre los tiempos de residencia de los Piria y el establecimiento en el palacete de la Suprema Corte de Justicia, comenzó en 1943. Por entonces, el presidente electo Juan José de Amézaga arrendó el Palacio Piria como residencia particular.

Dos años antes de la muerte del político, catedrático y jurista, en 1954 el Estado adquirió la propiedad, que pasaría al Poder Judicial. En esa época Montevideo tenía una población de 541.042 habitantes, según el censo de noviembre de 1941.

Solo teniendo en cuenta lo legislado en el gobierno de Amézaga en relación al tránsito en la ciudad y la industria de la construcción, hay que recordar que en 1945 se dio el cambio de mano en los vehículos automotores, no se manejó más por la izquierda, a la inglesa. Y en 1947 se aprobó la ley de Propiedad Horizontal ante la construcción de edificios de varios pisos con apartamentos.

Otro emblema.

Art nouveau y clasicismo en el
Art nouveau y clasicismo en el "Pablo Fernando".  Foto: Inés Guimaraens

También llegó a los cien años el magnífico edificio con frente a la peatonal Sarandí que visto desde el Teatro Solís corona la calle Bacacay, perteneciente durante 82 años a la óptica Pablo Ferrando.

La construcción, que al igual que el Palacio Piria es Monumento Histórico Nacional y por eso cuenta con el máximo grado de protección edilicia, tiene 6 niveles (de 260 metros cuadrados) y subsuelo. En la planta baja está la librería Puro Verso y en las demás hay oficinas.

Como se enseña en una ficha técnica del Municipio B, esta obra del arquitecto Leopoldo Tosi, de 1917, maneja un lenguaje ecléctico que la vincula formalmente con el art nouveau, sobre todo con los grandes paños vidriados con carpintería metálica de los primeros niveles, que provocan un efecto monumental.

"Mientras que la arquitectura de vidrio y hierro la relaciona con modelos europeos de fines del siglo XIX, los dos niveles superiores pertenecen, en su tratamiento, al clasicismo francés decimonónico".

Esto último se revela también en el uso de mansardas. "Y destaca en su composición el templete, recientemente reconstruido", se afirma en otra reseña del inventario del patrimonio arquitectónico de la Ciudad Vieja. En esa fuente aparece en cambio como fecha de construcción el año 1916.

Fue en 1999 que este edificio pasó a manos de propietarios extranjeros que de inmediato impulsaron las obras para recuperarlo a pleno. Además de los trabajos en estructuras, quedó despejada la fachada en donde siguen llamando la atención un termómetro y un barómetro.

Aniversarios con trenes, árboles y diarios.

En 2017 se cumplen 120 años de la terminación de obras de la Estación del Ferrocarril Central General Artigas, ubicada en la calle La Paz y Paraguay.

Se ha destacado que es una obra imponente y peculiar por imponer la yuxtaposición de la ingeniería con la arquitectura ecléctica, de gran riqueza formal, pero a la vez utilitaria, y por combinar también el arte y la industria, con estilos que van del barroco al renacimiento.

Llega a su aniversario 110 el hoy llamado Parque Batlle, que cuando se destinó a uso público en 1907 se denominaba Gran Parque Central.

Ese mismo año comenzaron a hacerse en París los planos del Palacio Taranco, vivienda en su origen que fue convertida en un museo al cual se accede por una rotonda cubierta que da a 25 de Mayo y 1° de Mayo, en Ciudad Vieja.

Esta obra declarada Monumento Histórico Nacional fue diseñada (al igual que sus muebles) por los arquitectos Charles Girault y Jean Chifflot, quienes se inspiraron en estilos franceses del siglo XVIII.

El neoclásico edificio de 18 de Julio y Yaguarón que fuera del diario El Día cumple por su parte 90 años.

A la misma edad llega el Hotel Cervantes de la calle Soriano, realizado por el arquitecto Leopoldo Tosi bajo clara influencia de los palacios fiorentinos. Y también tiene 90 años el edificio del Juventus de la calle Colonia, originalmente construido para la Asociación Cristiana de Jóvenes.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Majestuoso: el Palacio Piria a poco de ser construido. Foto: El País

MONUMENTOS HISTÓRICOS

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