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El culto al ridículo

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Reconocido como uno de los grandes lingüistas del siglo XX, luego incurrió en un mal que sufren muchas celebridades, que es intentar trasladar esa autoridad intelectual a terrenos que desconocen, patinando en forma espectacular.

El lunes el conocido lingüista norteamericano Noam Chomsky brindó una conferencia titulada "Los desafíos de construir democracias solidarias" en la Intendencia de Montevideo. El evento fue transmitido en directo por el canal oficial durante 2 horas y, como se pudo ver en la transmisión, estuvo armado para la nomenclatura frentista, caracterizada, pese al discurso, por hombres blancos y viejos.

Llama la atención que el canal de televisión abierta del Estado se haya prestado para transmitir en vivo un acto del partido de gobierno, como efectivamente fue lo del lunes. Durante más de cuarenta minutos se transmitió la previa del acto, donde solo se mostraban dirigentes del gobierno y luego se procedió a discursos del presidente del Frente Amplio Javier Miranda, del expresidente José Mujica y de Agustín Canzani. A la hora de las preguntas nuevamente la tónica volvió a ser de partido único, con intervenciones programadas de antemano de Constanza Moreira, Fernando Pereira y Rodrigo Arocena.

En la estética del acto predominó la bandera frentista y solo hablaron Chomsky y frentistas de temas estrictamente políticos con un mensaje monocorde. Si esta transmisión de canal 5 inaugura una nueva etapa en que piensa transmitir actividades de todos los partidos es bienvenida, si por el contrario marca el alineamiento del canal oficial con el partido de gobierno será un grave paso hacia la venezuelización de nuestro país que tanto le gustaría a muchos de quienes concurrieron al acto del lunes.

Otro aspecto que llama la atención es la idolatría con un personaje tan nefasto como Noam Chomsky. Reconocido como uno de los grandes lingüistas del siglo XX, luego incurrió en un mal que sufren muchas celebridades, que es intentar trasladar esa autoridad intelectual a terrenos que desconocen, patinando en forma espectacular.

Como opinólogo y comentarista de la realidad Chomsky ha hecho el ridículo una y otra vez, siendo un pionero de la posverdad al sostener posiciones que se dan de bruces con los datos más simples de la realidad. Parapetado en un antiamericanismo que conquista a nuestra rudimentaria izquierda y en un antisemitismo repugnante que también es del gusto de buena parte de nuestra izquierda malpensante, no ha hecho otra cosa que errar pronóstico tras pronóstico en los últimos 60 años (una de las ventajas de tener 88 años).

Por supuesto que además de culpar de todos los males a los yankees y a los judíos, le agrega otro ingrediente infaltable en el cuento infantil de la izquierda, el "neoliberalismo".

"Esta teoría económica defendida por las grandes corporaciones, la CIA y el Conde Drácula pretende matar a la mayor cantidad de personas posibles, discriminar a las mujeres y contaminar el planeta para terminar con la raza humana, como toda persona decente reconoce y combate".

Lo más interesante es que Chomsky piensa que esta teoría económica es la dominante desde hace muchas décadas y es la responsable del declive universal que sufrimos. Afortunadamente una vez más Chomsky está mintiendo y la información acumulada por organismos internacionales, fuentes de distintos estados y todos los centros académicos muestra que la realidad es la opuesta. Las últimas décadas han mostrado el mayor progreso material de la humanidad, donde los más beneficiados han sido los más pobres dada la sistemática disminución de la pobreza global. Ha crecido la expectativa de vida, cada vez más gente accede a la educación y a atención sanitaria, hay una mayor conciencia y cuidado del medio ambiente, se va cerrando la brecha entre hombres y mujeres y se combate cada vez con mayor éxito la discriminación en todas sus formas.

No es cierto que prevalezca el "neoliberalismo" lo cierto es que cada país aplica políticas bien distintas, pero con algunos elementos comunes y aquellos que más se apegan a los principios liberales son los que logran los mejores resultados.

Ese es el dato, incontrovertible dato, que siempre negarán Chomsky y sus secuaces locales porque no lo pueden aceptar sin reconocer que han vivido en una mentira y han lucrado con esa mentira toda su vida. Por suerte Chomsky está equivocado de cabo a rabo y por eso es que hay esperanza para progresar en democracia, respetando los derechos humanos y logrando que cada vez más personas se beneficien del progreso de nuestra era. Solo quienes se niegan a verlo puede rendirle culto al ridículo espectáculo que representó la charla de Noam Chomsky esta semana en Montevideo.

EDITORIAL

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