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La plata y la política

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En la presidencia de Mujica, distintas actividades comerciales y comisiones pasaron por la empresa Aire Fresco, cuyo detalle de acción el Frente Amplio se negó a investigar en el Parlamento, pero que bien pudieron haber servido para financiar la campaña electoral de 2014.

El reciente libro de María Urruzola sobre Eleuterio Fernández Huidobro generó fuertes repercusiones. Una de ellas refiere a la financiación de la actividad política y proselitista del movimiento tupamaro por medio de la delincuencia.

Más allá de los desmentidos, incluso del propio Mujica que atribuyó estas denuncias al juego sucio propio de la campaña electoral, lo cierto es que lo señalado en el libro de Urruzola no es nuevo. Al menos desde 2006 varios investigadores como Adolfo Garcé o Federico Leicht, por ejemplo, y varios actores que conocen algunos de los secretos de los tupamaros, como Héctor Amodio o Jorge Zabalza por ejemplo, señalaron que el movimiento tupamaro tuvo en los años 80 y 90 estrechos vínculos con movimientos terroristas internacionales; o también que financió sus actividades por medios espurios, dentro de los cuales recurrió a los robos de dinero a mano armada.

Ya más cerca en el tiempo, no ha sido posible disimular los estrechos vínculos de dirigentes tupamaros y allegados al expresidente Mujica con el régimen chavista en Venezuela. Esos vínculos fueron incluso justificados por el propio Mujica, que declaró que no encontraba nada irregular en que el entorno de un mandatario se beneficiara económicamente de las amistades presidenciales, como en el caso de las suyas en Caracas. Así, distintas actividades comerciales y comisiones pasaron por la empresa "Aire Fresco", cuyo detalle de acción el Frente Amplio se negó a investigar en el Parlamento, pero que bien pudieron haber servido para financiar la campaña electoral de 2014 del sector que integran los tupamaros.

Además de todas estas informaciones conocidas, hay otro ejemplo reciente de campaña electoral que se benefició espuriamente: se trata de la campaña de 2014 del hijo del jefe tupamaro Raúl Sendic, actual vicepresidente de la República. Como se sabe, Raúl Sendic hijo fue presidente de Ancap en momentos en que ese ente desarrolló su campaña institucional en base al eslogan "El Uruguay que queremos". Luego, Sendic fue líder de la lista 711 del Frente Amplio, primero en la interna de junio y luego en las elecciones de octubre de 2014. Desde allí se sirvió de ese mismo eslogan como insignia proselitista de su sector político. Los resultados de beneficiarse de los dineros públicos de esa forma fueron muy positivos, ya que la interna le permitió alcanzar la candidatura a la vicepresidencia, y su lista 711 fue de las más votadas dentro del Frente Amplio.

Todo esto viene a cuento porque hace ya un par de años que hay cierta preocupación en algunos exponentes de la vernácula academia de ciencia política acerca de la financiación de los partidos políticos. Infelizmente, esas preocupaciones se han expresado muchas veces en un nivel propio de aquel exitoso programa televisivo de los años 90 llamado "La Tota y la Porota", donde dos señoras de barrio se encontraban en la vereda a chismorrear de la vida.

En efecto, por un lado el coro de doña Porota, sin saber cuánto ni cómo se facturó en concreto, dio a entender en la vereda de su chusmerío mental que la televisión privada había perjudicado económicamente al Frente Amplio en la campaña de 2014. Refería así a un trabajo colectivo en el que al menos dos de sus coautores eran simpatizantes de izquierda: en febrero de 2016, uno mostraba en Facebook una enorme bandera frenteamplista extendida hacia lo alto de un edificio, y el otro tenía en su perfil de Twitter una foto del ex presidente socialista Allende. Por otro lado, doña Tota, formada en su juventud por las mentiras del Partido Comunista, también aportó lo suyo. Dio a entender que podía haber algo raro porque, dijo, los partidos habían creado un sistema donde se publicita poco y se oculta mucho.

Sin embargo, ni por asomo hay que creer que Tota y Porota decidieron investigar en serio lo que resultaba evidente en la campaña de 2014: la utilización de la publicidad de los entes del Estado en favor del partido oficialista, la real incidencia en la campaña de la actividad proselitista del por entonces presidente Mujica que violó así la Constitución o, algo quizá más sutil, las dudas sobre el origen de los dineros para financiar la campaña del sector tupamaro del Frente Amplio, habida cuenta de lo publicado desde 2006 y también de lo que ya se conocía sobre la injerencia económica chavista en distintos procesos políticos del continente.

De todo eso, ni una palabra. Tota y Porota gustan mucho del chimento. Pero, afirmadas en sus escobas, jamás irán contra su querido Frente Amplio.

EDITORIAL

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