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Dos razones para el enojo

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"Estás muy duro en tus columnas. Le pegás mucho al gobierno”. El comentario del lector, descolocó un poco al autor. Pero disparó una serie de reflexiones sobre el tono de estos intercambios. ¿Realmente se han vuelto tan agresivos? ¿Se ha perdido la ecuanimidad?

"Estás muy duro en tus columnas. Le pegás mucho al gobierno”. El comentario del lector, descolocó un poco al autor. Pero disparó una serie de reflexiones sobre el tono de estos intercambios. ¿Realmente se han vuelto tan agresivos? ¿Se ha perdido la ecuanimidad?

En medio de estos pensamientos, dos noticias publicadas en este diario en días consecutivos, justificaron un poco el tono de frustración reciente.

La primera tuvo que ver con una de esas figuras que tienen la capacidad de subir la temperatura corporal del autor más rápido que una frazada eléctrica: la ministra Marina Arismendi. En la misma semana en la que retó a los montevideanos por tirar sillones en la calle y fomentar así que se formen “miniasentamientos” en cada esquina (!), y que alguien reflotó en las redes una vieja entrevista en la que justificaba haber sumado a su equipo a un “aspirante a yerno”, Arismendi dijo medio a la pasada algo alarmante. Afirmó que habría que ampliar el plan Uruguay Crece Contigo para dar cobertura a los niños que crecen en hogares pobres, y que “si yo pudiera resolver mágicamente esto ahora, lo que haría es llegar con este plan a 10.000 familias”.

Eso llevó a recordar la entrevista publicada por El Observador con la subsecretaria de Salud, Cristina Lustemberg, que alertaba sobre la importancia de no dejar caer ese programa que supo liderar, ya que hoy en día en Uruguay un 40% de los niños nace en hogares con necesidades básicas insatisfechas, y el 80% del cerebro de una persona se consolida en los dos primeros años de vida.

Todos de acuerdo, entonces. O no. Porque lejos de necesitar magia, Arismendi solo necesitaría decisión política, ya que en los últimos 12 años el estado uruguayo viene rompiendo mes a mes los récords de ingresos tributarios. Y lejos de fortalecerlo, el programa mencionado ha sido objeto de algunos recortes y cambios funcionales que no parecen ir en línea con su mejor operatividad. ¿Entonces? ¿Sabemos lo que hay que hacer, tenemos recursos como para hacerlo, pero no lo hacemos? ¿Los gastamos en tapar agujeros en Ancap o Pluna? ¿En comprar aviones presidenciales y crear burocracia para vender marihuana?

Segunda noticia. Resulta que en medio de las negociaciones para la instalación de una nueva planta de UPM, de manera sorpresiva aparece una información de que la contaminación del Río Negro es alarmante. Que el nivel de fósforo que se encuentra en sus aguas es cuatro veces superior al aceptable, y que hay denuncias creíbles de vecinos sobre una elevada mortalidad de los animales que allí beben agua.

El fósforo es un nutriente importante en cualquier ecosistema. Pero esta sobreabundancia del mismo es muy peligrosa, aunque nadie tiene muy claro de dónde viene, y todos lo usan para llevar agua a su molino. Algunos acusan a la soja y al exceso de fertilizantes, cosa rara conociendo lo caro que es este insumo para los productores. Otros tiran contra la forestación, señalando que los eucaliptus consumen mucha agua y eso hace que haya más proporción de fósforo en el caudal. Casi nadie habla de la falta de saneamiento que afecta a buena parte del país, ni de los escasos controles ambientales que tienen los pequeños parques industriales (mataderos, curtiembres, etc.) en torno a las ciudades del interior.

Ahora bien, en estos últimos 12 años donde el Estado ha contado con recursos, y han venido inversiones enormes de países con conocimiento y experiencia en el tema, ¿a nadie se le ocurrió hacer algo al respecto? ¿No se sabía hasta la llegada de UPM que la situación era tan grave? ¿No se iba a informar nada si no fuera porque es funcional para que después no se acuse a UPM de ser la responsable de este desastre?

Siendo, como es, Finlandia un gran socio comercial del país, y la nación que suele encabezar el ranking de cuidado ambiental ¿era tan difícil armar un programa con alguna universidad de allí que estudiara y planteara soluciones a nuestro problema? ¿Y de paso capacitar a nuestros técnicos?

Lejos de eso, en los últimos años lo que vimos fue un intento de desmembrar a la Dinama, llevándola a la órbita de Presidencia, cosa de que no molestara mucho cuando llegara algún potencial inversor.

Estos dos temas, el medio ambiente y la situación de la infancia, son absolutamente vitales para el país de los próximos 30 años. Son dos desafíos enormes que encontraron al país mejor preparado que nunca para enfrentarlos a tiempo y con mentalidad moderna y profesional. ¿Qué explicación tienen los jerarcas de los últimos años para justificar que no estuvieron a la altura del desafío? ¿No haber contado con “magia”, como dice Arismendi?

Pensándolo bien, lo raro no es que el enfoque de algunas columnas esté un poco más duro. Lo que parece increíble es que el tono de la sociedad a la hora de exigir efectividad a sus dirigentes no sea de lisa y llana indignación.

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Martín Aguirre

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