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Emanuel Sobré actúa para jugar a ser otro

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Foto; Marcelo Bonjour.

Soñaba con ser futbolista, jugó hasta los 17 años en varios cuadros de Mercedes, pero su talento innato no se alojaba en sus piernas. Emanuel Sobré se mudó a Montevideo con miras a estudiar psicología.Se inscribió en la facultad porque quería meterse en la mente de otras personas. Ese impulso inicial no estaba tan alejado de lo que sería su vocación. Vivía al lado del Teatro Municipal de Mercedes, observaba los ejercicios que hacían los actores desde su ventana, y prefería jugar a la escondida en el hall del teatro que en la calle. Algo quedó resonando de aquello y de grande aparecieron las ganas de actuar. Es egresado de la EMAD y el 1° de junio debuta como director con Jezabel. La obra va los jueves a las 21:00 en La Gringa.

El televisor de la casa de Emanuel Sobré se rompió cuando él tenía ocho años y jamás lo arreglaron. Su padre le propuso regalarle uno nuevo para el Día del Niño, pero Emanuel armó una asamblea junto a sus cinco hermanos y decidieron que sería más útil comprar un lavarropas para su madre.

Alquilaba películas en el vídeo club de Mercedes y pasaba días enteros encerrado mirando esos DVDs en la computadora. Su película favorita era El hombre manos de tijera (Tim Burton) y cada tanto la vuelve a ver.

La ventana de su cuarto daba al patio del teatro Municipal de Mercedes y observar a los actores hacer sus ejercicios era parte de su entretenimiento diario. Emanuel no planeaba ser artista. Este niño fanático de Nacional soñaba con jugar al fútbol y lo hizo hasta los 17 de forma amateur, pero su deseo quedó por ahí. En Mercedes no tenía chance de ir al estadio ni de ver al equipo de sus amores porque no tenía cable así que se escapaba a lo de su tía a mirar los partidos importantes.

El teatro sí era parte de su hábitat natural. Mientras otros niños pasaban horas en la vereda, Emanuel pedía permiso a los funcionarios del teatro y jugaba a la escondida en el hall. "Supongo que algo quedó resonando en mí y de grande aparecieron esas ganas de actuar".

A los 18 se mudó a Montevideo y se inscribió en la facultad de psicología. No tenía claro si quería ejercer en esa área, pero le interesaba entender la mente humana, "meterme en la cabeza de alguien, saber cómo funciona, cuál es la lógica". Algo similar aplica hoy cada vez que se embarca en un proceso actoral.

Una tarde su madre le avisó que el Ministerio de Educación y Cultura otorgaba unas becas a jóvenes del interior interesados en estudiar teatro. Se anotó el último día y eligió la escuela de La Gaviota por comodidad: el teatro Stella le quedaba a una cuadra de la facultad de psicología y todavía le costaba andar por las calles de Montevideo. Emanuel no sabía que le darían clase referentes de la actuación: en La Gaviota eran docentes Delfi Galbiati y Berto Fontana. Pero él no los conocía.

Apenas ingresó se enteró que para conmemorar los 30 años del Stella planeaban hacer la obra Antes/Después y les faltaba un personaje. Se presentó al casting y quedó seleccionado. La primera vez que actuó frente al público lo hizo en una obra profesional y bajo la dirección de Gabriel Calderón y Martín Inthamoussú en 2007. "Estaba muy contento y era un poco inconsciente: no conocía quiénes eran Calderón e Inthamoussú. Eran escenas cortitas y yo hacía a un electricista que arreglaba cosas en un hotel y hablaba de asuntos existenciales", recuerda.

Juver Salcedo, director del teatro Stella, también integraba ese elenco y percibió cierto potencial en Emanuel, así que decidió apadrinarlo y lo convocaba cada vez que precisaban un personaje jovencito.

Dejó psicología en tercero para dedicarse por completo a la actuación. Egresó de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y dice que se le va la vida en el teatro. Lo ejerce con compromiso y verdad.

"Tiene que atravesarte como artista. Voy por la calle e imagino situaciones. Camino, escucho un diálogo entre una señora y un niño en la parada y recorto escenas. La observación es la herramienta básica del actor y el director. No inventás nada, todo está en la realidad, te nutrís de lo que ves", opina.

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Emanuel integra el Colectivo Escénico Reversión desde 2012. Fernando Nieto Palladino, director y biólogo de profesión, vio una foto de una película de Tim Burton en su perfil de Facebook mientras buscaba al protagonista de Siete Locos (2011) y le propuso tener una reunión. Comprobó que era el actor que buscaba en ese primer encuentro. Hablaron de trabajo durante cinco minutos y luego se concentraron en cuestiones del teatro.

"Hicimos esa obra y para mí hubo un antes y un después en mi carrera. Fernando trabaja desde un lugar súper distinto a las escuelas tradicionales. Le da mucha trascendencia al material del actor y deposita confianza en la persona y para mí es muy importante".

Otro punto de inflexión en su carrera sucedió cuando Fernando lo dirigió en Blu (2013). Le contó la idea de esta obra con una cerveza de por medio: quería hablar sobre el vínculo fraterno, tenía el nombre (Blu) y el color azul en la estética. A partir de ahí empezaron a crear material teórico, situaciones, historias e improvisaciones. Un día Fernando le dijo, quiero que seas Blu. Ese personaje marcó su vida.

Emanuel conectó con sus soledades, miedos, fantasmas y pérdidas para crear a este ser entrañable de mente aniñada y con una discapacidad corporal y física. Define este proceso como placentero. La particularidad de Blu era que no emitía palabra durante la obra, pero lograba conmover y transmitir a partir de gestos, movimientos y miradas desde un lugar auténtico, sincero, honesto y veraz.

"Él tenía otras capacidades como la de percibir en el aire todo lo que sucedía. Blu era muy lúdico, se maravillaba por cualquiera cosita y esa inocencia era mágica para mí. El proceso fue súper placentero. A mí me gusta esa definición que dice que uno hace teatro no para ser otro sino para dejar de ser uno mismo. Está bueno dejar de ser vos para jugar a otra cosa".

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Cuatro años después, cambian los roles y Emanuel Sobré dirige a Fernando Nieto Palladino en Jezabel. La obra significa un debut para ambos amigos: uno en el rol de director y el otro como actor.

Fernando no puede comparar a Emanuel con otros directores pero lo define como titubeante. Dice que no trabaja sobre lo seguro, hace que los actores buceen en sus sensaciones, y describe esta experiencia como vertiginosa y arriesgada.

Es que Emanuel quiere que sus actores pongan el cuerpo y el alma a disposición del proceso, y no salgan al escenario solo a escupir un texto. "Uno como actor narra el cuentito de la obra pero también su historia. A mí me interesa que el actor opine y haga suyo lo que está diciendo. Puedo estar hablando de la soledad o el amor en general pero en realidad estoy hablando de mí como individuo y de cómo resuenan en mí esos grandes temas. Eso vuelve todo mucho más verdadero. Y es muy fácil sostener algo cuando está involucrado lo personal".

Jezabel estaba en la cabeza de Emanuel desde la época en que estudiaba en la escuela de la Gaviota. Por distintos motivos se inventaba excusas para no hacerla. En otra de las tantas madrugadas de cervezas, Fernando Nieto Palladino le pidió a su amigo que la dirigiera porque él quería actuar. Y la confianza que existe en entre ellos que está próxima a lo fraterno hizo que se decidiera a asumir los riesgos.

Jezabel plantea la relación que se da entre un alumno y su profesor. Teo (Fran Esmoris) entra a la facultad y se deslumbra con Guido (Fernando Nieto Palladino), filósofo y destacado docente. Se forja entre ellos un vínculo irremediable que modifica a la familia de ambos. "Todos estos personajes están atravesados por la soledad y la rutina; no se comunican. La obra habla del encuentro como remedio a esa soledad y disparador de un mundo nuevo".

Emanuel tenía el argumento básico desde 2007, lo había escrito en un documento de Word, pero la computadora se rompió y perdió todo. La historia no se borró de su mente. Estaba siempre latente y presente. Los personajes estaban creados y delineados. Cuando convocó a los actores tenía claro cómo se llamaba cada personaje, quiénes eran y cuál era su vínculo con la familia, pero empezaron a trabajar sin texto.

Para bajar a tierra la idea, crear escenas concretas dotadas de sentido y componer la dramaturgia, Emanuel proponía situaciones, los actores las jugaban desde la improvisación e intuición y de esa forma él iba tomando nota y escribía el guión.

Empezó a trabajar con Fernando y Fran y luego convocó a Laura Fedele para ser Irma, la madre del profesor. "La conocí en el Stella. Ella hizo esa obra con Calderón y abandonó el teatro. Nueve años después la llamé para invitarla a participar del ciclo de micro teatro de Reversión. Se trata de pequeñas historias de 20 minutos que se exhiben en distintas casas en una especie de circuito barrial. Esa vez yo dirigí Lemon Pie. Le pasé el texto, le gustó y lo hizo. Laura no estaba en Jezabel originalmente pero le escribí un personaje a su medida".

Javier França encarna a Walter, padre de Teo, alcohólico y desempleado. Él también había sido compañero del Stella en aquel debut y Emanuel quiso que estuviera. Le faltaba a alguien que hiciera a Moni, la mujer del profesor, y llamó a Maite Bigi. Nunca la había visto actuar pero habían hecho juntos un taller de teatro y daba con la imagen que Emanuel buscaba. "Yo hago un casting muy cinematográfico", dice.

—Fernando Nieto Palladino dijo que tu trabajo como director desnuda, desarma y expone a los actores y ellos te lo agradecen, ¿lo buscás?

—Claro. Me parece que cuando el actor está expuesto y tiene cosas para decir como persona y artista, el personaje es mucho más potente. Si vos tenés algo para opinar, si para vos la vida o el teatro pasa por acá, y eso se lo regalás al personaje es una combinación muy potente y no hay forma de que no funcione. A mí me interesaba que en el proceso ellos fueran tiñendo al personaje con cuestiones personales: cómo le resuena al actor tal parlamento y ser capaz de asociarlo con uno. Eso vuelve vivo y verdadero todo lo que sucede en el escenario.

—Sos hincha de Nacional, pro Suárez, Messi y Neymar, y no te perdés un partido del Barcelona, ¿encontrás puntos en común entre el fútbol y el teatro?

—Me encanta el fútbol y me parece que tiene pila de conexión con el teatro, hago muchas analogías durante los ensayos. Me gustan las arengas antes de cada función: vamo arriba, que no decaiga el ritmo. El fútbol es un juego en equipo y es presente absoluto: importa todo lo que sucede en ese momento; las jugadas que erraste después no tienen sentido. En teatro es igual: si los actores no están presentes y no está sucediendo algo aquí y ahora carece de sentido.

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Foto; Marcelo Bonjour.

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